El avance de la movilidad eléctrica redefine nuestras ciudades, economías y manera de relacionarnos con la energía. En este artículo exploramos sus dimensiones globales, locales y sus repercusiones.
En 2025 la industria automotriz vive una auténtica revolución: se espera que 22 millones de vehículos eléctricos se matriculen en todo el mundo, alcanzando una cuota de mercado mundial cercana al 25%.
China lidera con más de 6,5 millones de unidades vendidas en siete meses (+29%), logrando paridad de precio con vehículos convencionales en varios segmentos. Europa muestra una consolidación desigual: Alemania crece un 38,3%, Bélgica y Países Bajos moderan el ritmo y Francia apenas varía. En Estados Unidos, Tesla domina casi la mitad del mercado, aunque el crecimiento se ralentiza frente a los híbridos.
El transporte concentra el 61,5% de las emisiones de CO₂, de las cuales el 39,7% corresponden a turismos. En 2025 circulan ya cerca de 220.000 vehículos 100% eléctricos, con un ritmo de crecimiento estimado en 22,3%.
Hasta octubre se han matriculado 195.000 coches eléctricos, más del doble que en 2024. El país está próximo a cumplir la meta de 540.000 vehículos enchufables y se propone llegar a 5 millones en 2030.
A pesar del apoyo público y fiscal, la barrera del precio del vehículo y los trámites siguen ralentizando la adopción. La interoperabilidad de las estaciones de carga y la experiencia de usuario requieren mayor atención.
El desarrollo de baterías con mayor densidad energética permite autonomías superiores y costes más bajos. Los tiempos de carga se reducen gracias a la expansión de cargadores ultrarrápidos de hasta 250 kW.
Para el transporte pesado emergen electrolineras de hidrógeno, complementando la oferta de recarga eléctrica en rutas de largo recorrido.
En materia regulatoria, las zonas de bajas emisiones en las grandes urbes y la prohibición de venta de vehículos de combustión para 2035 en la UE presionan hacia una transición acelerada. Las subvenciones y deducciones fiscales mantienen el estímulo a la demanda.
La movilidad eléctrica presenta un amplio abanico de beneficios y retos. Por un lado, promueve la reducción de emisiones contaminantes y la independencia de combustibles fósiles. Además, genera empleo y atrae inversión en nuevos sectores.
Superar estos obstáculos requiere coordinación entre gobiernos, industria y sociedad.
El liderazgo global se disputa entre empresas consolidadas y nuevos entrantes:
La competencia impulsa la mejora continua de productos, servicios y experiencia de usuario.
El crecimiento del parque eléctrico demanda una mayor integración de energías renovables y flexibilización de la red de distribución, mediante almacenamiento y smart grids.
Cada incremento en la cuota de mercado eléctrico equivale a una reducción significativa de emisiones, siempre que la matriz energética se vuelva más limpia y eficiente.
Los hábitos de recarga modifican los perfiles de consumo eléctrico, obligando a adaptar tarifas y modelos de negocio.
Para 2025 se proyecta que uno de cada cuatro vehículos vendidos sea eléctrico. En España, sostener un ritmo anual de crecimiento superior al 20% es clave para alcanzar los objetivos de 2030.
El despliegue continuo de puntos de recarga ultrarrápidos y la promoción de una economía circular y sostenible para baterías y materias primas resultan esenciales.
La movilidad eléctrica representa más que una tendencia: es una transformación profunda del transporte y de la forma de generar y consumir energía.
Cada actor —gobierno, empresa y ciudadano— desempeña un papel crucial en esta transición hacia un futuro más limpio, eficiente y resiliente.
La colaboración, la innovación y la acción decidida serán las fuerzas que impulsen un cambio irreversible hacia la descarbonización.
Referencias