Cuando la inflación amenaza con erosionar el valor de nuestros ahorros, encontrar activos con los que salvaguardar el poder adquisitivo se vuelve fundamental. Los commodities, por su naturaleza intrínsecamente tangible y su papel en la cadena productiva, emergen como una de las alternativas más sólidas y resistentes para inversores que buscan una cobertura efectiva contra las alzas de precios.
Más allá de su catálogo de materias primas, estos bienes representan seguridad y estabilidad frente a políticas monetarias expansivas y factores externos imprevisibles. En las siguientes líneas exploraremos su fundamento histórico, evidencia empírica reciente y cómo integrarlos de forma práctica en cualquier cartera.
Cada inversor tiene una historia y metas distintas. Al analizar cómo los commodities han actuado en crisis pasadas, podemos aprender a diseñar carteras que no solo resistan las olas inflacionarias, sino que también aprovechen oportunidades de rentabilidad en mercados inesperados.
Históricamente, los commodities han cumplido funciones clave en diferentes crisis inflacionistas. Durante la década de 1970, observamos cómo el precio del petróleo se cuadruplicó tras los embargos de la OPEP, elevando los índices de precios al consumidor y provocando un ciclo de incremento sostenido en activos reales.
El mecanismo subyacente es sencillo: cuando el coste de inputs básicos de la economía como energía o metales industriales sube, las empresas trasladan ese encarecimiento a precios finales. En consecuencia, las materias primas tienden a revalorizarse en términos nominales, actuando como un escudo contra la pérdida de valor del dinero.
Firmas como T. Rowe Price y State Street agrupan los commodities junto a bienes inmuebles y otras inversiones tangibles bajo el concepto de “real assets”. Su tesis destaca que estos activos ayudan a compensar el riesgo de inflación en carteras diversificadas, reduciendo la volatilidad general y elevando la resiliencia en fases de subidas de precios.
PIMCO, por su parte, aboga por asignaciones modestas pero diversificadas a oro y a índices amplios de commodities, reforzando su función de diversificadores y coberturas frente a la inflación. Esta estrategia equilibra el perfil de riesgo-retorno y mejora la eficiencia de la rentabilidad ajustada al riesgo.
Los números no mienten: según Morgan Stanley, desde 1960 el Bloomberg Commodity Index (BCOM) ha registrado un retorno medio anual aproximado al 15% cuando la inflación interanual supera el 2%, frente al 5% cuando esta se mantiene por debajo de ese umbral. La diferencia de veinte puntos porcentuales habla por sí misma.
Un análisis de Goldman Sachs revela que en periodos de choque inflacionario en los que tanto acciones como bonos generaban rendimientos reales negativos en plazos de doce meses, el oro o un índice diversificado de commodities lograban rentabilidades reales positivas. Esta dualidad convierte a estos activos en baluartes cuando los mercados tradicionales flaquean.
El ejemplo más cercano se dio en 2022: el Bloomberg Commodity Index escaló más del 16%, mientras el S&P 500 retrocedía cerca del 20% y el Bloomberg US Aggregate sufría pérdidas alrededor del 13%. Aquellos que habían optado por una posición modesta en commodities disfrutaron de una fuente de rentabilidad positiva en un año adverso.
En el contexto actual, la inflación en EE. UU. se mantiene inflación pegajosa y persistente. En diciembre reciente, el IPC general alcanzó el 2,9% y la subyacente el 3,2%. Las expectativas de los consumidores para el próximo año se situaron en un 3,3%, según la Universidad de Michigan. Factores como un elevado déficit público, tensiones comerciales y cambios en políticas migratorias mantienen la presión alcista sobre los precios.
Aunque el Banco Mundial proyecta una caída agregada de precios de commodities de un 12% en 2025 y un 5% adicional en 2026, advierte que acontecimientos geopolíticos o climáticos pueden revertir esa tendencia. Veamos las perspectivas por segmentos:
Integrar commodities de forma efectiva exige conocer los vehículos de inversión, evaluar los costes y definir la exposición adecuada según el perfil del inversor. Una planificación cuidadosa y una visión a largo plazo son esenciales para maximizar beneficios y controlar riesgos.
Los principales instrumentos incluyen fondos cotizados (ETFs), fondos mutuos especializados, contratos de futuros e inversión física en metales. Cada opción aporta ventajas y limitaciones:
Un inversor conservador podría destinar entre un 5% y un 10% de la cartera a commodities, combinando metales preciosos e índices amplios. Quien tenga mayor tolerancia al riesgo y horizonte largo puede elevar esa asignación hasta un 15% o 20%, incluyendo energía y metales industriales para aprovechar ciclos de crecimiento.
Los commodities combinan la solidez de los activos tangibles con una trayectoria históricamente probada como cobertura frente a la inflación. Aunque no están exentos de riesgos, su correcta selección y ponderación pueden ayudar a los inversores a afrontar con mayor confianza los entornos de alzas de precios.
Definir una estrategia coherente, conocer las particularidades de cada instrumento y mantener una visión a largo plazo son pasos fundamentales. Con una asignación calculada, podrás aprovechar las ventajas de los commodities y construir una cartera más equilibrada, resistente y preparada para los retos inflacionarios del futuro.
Invierte hoy de forma informada y fortalece tu patrimonio frente a la erosión inflacionaria.
Referencias