En un entorno económico marcado por cambios acelerados y desafíos constantes, entender hacia dónde se dirige la inversión global se ha convertido en una prioridad para gobiernos, empresas e inversores particulares. El análisis de cifras recientes y las proyecciones para 2025 permiten vislumbrar un panorama lleno de riesgos, pero también de oportunidades.
La inversión extranjera directa (IED) cayó un 11% durante 2024, situándose en 1,5 billones de dólares. En la primera mitad de 2025, los datos preliminares señalan una disminución adicional del 3%. No obstante, las proyecciones indican un crecimiento de la IED global del 4,9% hacia finales de 2025, impulsado por la recuperación post-pandémica y alivio de tensiones geopolíticas.
Estados Unidos se mantiene como el destino número uno de la IED, recibiendo 76.000 millones de dólares en el primer trimestre de 2024 y acumulando un stock de 5,7 billones de dólares al cierre del año. Entre 2019 y 2024, la inversión en EE.UU. creció un 30%, consolidando su papel central en el flujo de capitales.
Cada región muestra comportamientos diferenciados frente a la captación de capitales, condicionados por factores locales y globales.
Asia-Pacífico espera atraer más del 35% de la IED mundial en 2024, liderada por China, India e Indonesia. En África, salvo el sur del continente, la mayoría de mercados experimenta flujos decrecientes. Europa y América Latina enfrentan retos de competitividad, aunque mantienen inversiones estables en sectores estratégicos.
Los inversores institucionales y minoristas reconfiguran sus carteras para afrontar la volatilidad y asegurar rendimientos sólidos. Se observa una preferencia creciente de los inversores por activos tecnológicos, sostenibles y alternativos.
Las estrategias de alternativas y estrategias diversificadas incluyen fondos de capital privado, infraestructura verde y criptomonedas. Al mismo tiempo, la domicilización de inversiones gana terreno, con el 91% de capital estadounidense reinvirtiendo internamente.
Las tensiones comerciales y los nuevos controles regulatorios fomentan una búsqueda de resiliencia en cadenas de suministro, incentivando proyectos locales y regionales. El riesgo de fragmentación económica y las políticas de subvenciones nacionales generan incertidumbre sobre flujos transfronterizos complejos.
A pesar de los obstáculos, existe optimismo para finales de 2025. El alivio de las tensiones geopolíticas y un mayor gasto de fondos soberanos podrían impulsar la IED global hacia un crecimiento sostenido.
El futuro de la inversión global se perfila como un cruce entre riesgos y oportunidades. Comprender las tendencias regionales, adoptar estrategias diversificadas y resilientes, y alinear proyectos con la transición energética y la innovación tecnológica serán piezas clave.
Gobiernos, empresas e inversores particulares deben colaborar para canalizar el capital hacia iniciativas que no solo generen retornos, sino también contribuyan a un crecimiento más sostenible e inclusivo. El desafío está servido y el momento de actuar es ahora.
Referencias